LOCALIZACIÓN
Valle de Liébana
DESCRIPCIÓN
Aunque se puede decir que en esta versión o con ligeras variantes, se trata de un dicho que podemos encontrar en amplias zonas de los valles y comarcas del interior de la región. Cantabria resulta una tierra rica en refranes y sentencias. Estos decires y modismos son el tipo de tradición oral más próxima a la transmisión y por ello el más persistente en la actualidad, utilizándose bien como frases hechas, encapsuladas, o utilizadas entreveradas en las conversaciones. De muchos de ellos son antiguo testimonio las transcripciones que recoge la rica literatura costumbrista de la región, aunque hoy contamos con estudios etnográficos que también se ocupan de estos testimonios inmateriales de tradición oral. En este caso estamos ante un decir que tiene rasgos sentenciosos. Contiene referencias del mundo agrario, en gran medida periclitado pero presente aún en la memoria colectiva, para referirse a situaciones que no suelen tener que ver con su sentido literal. El cultivo del cereal en Liébana y en otras comarcas del interior de Cantabria fue base principal en la economía de subsistencia campesina y aún constituye referencia del imaginario colectivo. Se utiliza, no en un sentido literal sino en sentido figurado o metafórico, para expresar que la abundancia de dones físicos o de cualquier otro tipo, incluido los morales, no producen merma ninguna en el sujeto o la situación.
ROL DE LAS PERSONAS
Se usan corrientemente sentencias así en el habla conversacional, lo que retrotrae al emisor y al receptor de estas a referencias campesinas del pasado. En este caso se trata de las gentes de las comunidades agrarias del valle de Liébana, cuya vida giraba en torno al cultivo primordial del cereal panificable en las mieses y eras del entorno de las aldeas. Hoy en día, desaparecido el viejo mundo agrario, aún se elabora el pan en diversas panaderías del valle, incluso en algún caso, como el de Cabezón de Liébana, con hornos de leña a la manera tradicional.